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La ley de la gravedad

Frente al sometimiento del cuerpo a la ley universal de la gravedad, el alma hace valer su levedad en busca de su elevación. La aspiración a la trascendencia se da hacia arriba: así en Cristo resucitado, en los ascetas esenios del Mar Muerto, en los místicos que contuvieron el cosmos entero en la podredumbre de sus celdas. Antes, en la liturgia de la Pasión, el templo anticipa esta escisión en la doctrina del silencio. Pero he aquí que la Pasión se vuelve costumbre popular, fiesta multitudinaria, acontecimiento masivo que somete las calles a su particular pulso mucho más allá de la madrugada. Y es entonces otra elevación, cómplice de la fantasía infantil, la que se dispone a burlar la ley de la gravedad y ascender hasta la bóveda del templo, trasunto de la celeste, al menor descuido de las tiernas manos que la cautivan.

Pablo Bujalance es periodista. Síguele en twitter: ­@pbujalance